jueves, 28 de junio de 2012

UN RAYO DE LUZ Y EL REY OSCURO

Texto publicado originalmente el 08 de octubre de 2009.
Hoy, más vigente que nunca. Ahora convertido en un relato, con el capital suficiente para negociar la liberación de un pueblo y del planeta completo.

UN RAYO DE LUZ Y EL REY OSCURO
I

Es improbable ocultar eso que las personas llaman "Iluminación"... porque los ojos de quienes la alcanzan... ven de otra manera.

Sabiendo esto, un rey oscuro, descubrió que en su comarca todos los signos celestes y humanos habían confirmado la iluminación de una persona. El rey quiso saber qué significaba eso, porque como rey que era, sabía que él no era ni divino, ni inteligente, ni elegido.

II

Una vez que estuvo la persona iluminada frente al rey oscuro, se desconcertó al sentir más compasión que desprecio, por ese ser mezquino que había empobrecido a su pueblo como ningún otro soberano lo había conseguido; sumiendo en la desesperación, hambre y terror a todo mundo.

III

El rey preguntó:

- ¿Qué significa estar iluminado, puedo yo "iluminarme"?

La persona iluminada respondió:

- Todos pueden.

El gesto del rey se transformó e irradió alegría:

- ¿Cómo, qué hay que hacer?

La persona iluminada sonrió serena y pasó la mirada por las riquezas abigarradas que mal lucía el rey oscuro, tanto en su persona como en su fortaleza.

- Para alcanzar la "Iluminación" -dijo- no hay que llevar consigo una sola moneda, nada de riquezas.

Al escuchar esto, los ojos del rey casi se salieron de sus órbitas, sin embargo, se obligó a guardar compostura para seguir escuchando.

- Es el primer paso, romper el espejismo de la seguridad que compra el oro. Romper el vicio de estar encima de otros sin virtud alguna. El primer peldaño es darse cuenta que la mayor virtud y la pureza se llevan encima y es imposible guardarles en ningún baúl, fortaleza o banco.
El único resguardo existente para acumular esta clase de riqueza es el propio espíritu y sentirse en paz.

Conforme escuchaba, el rey oscuro, empalidecía. No lograba controlar su frustración y tristeza. Apenas acertó a balbucear:

- ¿Y cuánta de mi riqueza deseas, para que me relates, para que me describas detalle por detalle, cómo se logra o qué se siente saber de tales razones que la "Iluminación" brinda?

El rostro y la compostura del rey, delataban una desolación absoluta, cuando con la voz temblorosa y sudando copiosamente, agregó:

- Quizás no sea necesario que la viva en carne propia, basta que sepa que existe y que alguien me diga en qué consiste.

La persona iluminada sabía las razones mezquinas del rey oscuro, que temblaba de miedo frente a la sola idea de abandonar sus riquezas; aún así, preguntó al rey porqué renunciaba a la revelación de la iluminación. A lo que el rey contestó:

- Es la soberbia. No quisiera que se interpretara como una soberbia mía.

La persona iluminada sonrió. El rey sonrojado veía al suelo. No queriendo avergonzarlo más, dijo:

- Comprendo.

El rey suspiró aliviado y pronunció con sincera emoción:

- Gracias.

Y suplicó por el relato, pero no sabía qué dar a cambio.

Fue cuando la persona iluminada se acercó al rey, lo suficiente para no tener que repetir:

- Quiero la paz para mi pueblo.